El tamaño aproximado de una hormiga es de 1.5 a 2 milímetros, y la reina hasta 4 veces más grande que una hormiga promedio.
Poseen unas características distintivas: cabezas muy grandes en relación con su cuerpo, un par de antenas dobladas y mandíbulas muy fuertes.
Las hormigas son capaces de levantar 20 veces su propio peso y poseen un desarrollado sentido del “oído”, ya que, aunque no poseen oídos sienten las vibraciones del suelo y son capaces de procesar y actuar en base de estos estímulos que reciben a través de sus patas.
Las hormigas también son capaces de comunicarse a través de sustancias que segregan de sus cuerpos (feromonas segregadas por glándulas endocrinas).
Distintas sustancias son liberadas para distintos propósitos, como cuando sienten que la colonia está en peligro y desean alertar a sus compañeras para dejar un rastro de donde conseguir alimento y cuando comienza el ciclo de apareamiento.
A pesar de que son beneficiosas para el medio ambiente funcionando como depredadoras de otras plagas, dispersoras de semillas y como especie polinizadora, las hormigas pueden convertirse en un peligro para cultivos y cosechas, ya que es común que estos animales busquen alimentarse de raíces y las hojas de cualquier planta.
En España existen unas 300 especies de hormigas, de las cuales la mayoría nunca van a causar problemas dentro de los hogares, excepto unas cuantas especies que cuando logran nidificar dentro de una casa, pueden llegar a originar bastantes incomodidades.
La principal acción preventiva para la aparición de las hormigas es la limpieza dentro del hogar, evitando dejar restos de comida y desechos que pudiesen servir como alimento para los insectos y reparar botes de agua y fuentes de humedad.